viernes, 13 de mayo de 2016

Un gallego en el Parlamento de Westminster

Hace casi treinta años, algo así como dos generaciones, la televisión de Galicia me pidió una breve colaboración  sobre mi idea de la vida parlamentaria, que por aquella época conocí y estaba a punto de abandonar para siempre. Daba por perdidos los  folios que había redactado para la ocasión, en realidad ni siquiera sospechaba su existencia, pero cierta mano, amiga escrupulosa del expurgo, acaba de encontrar en una caja irrelevante los papeles manuscritos de esa encomienda. Los leí, por primera vez desde que los escribí; recuperé, con grandísima ayuda, la grabación del programa en el que se puso imagen y voz a mis papeles, y al fijar la atención tan atrás tropecé con mi mirada exiliada.

El joven adulto que fuí, más joven de lo que hoy son mis hijos,  ya sostenía entonces, acerca de esa vida, una idea alojada en un tiempo y en un espacio distintos y distantes, por decirlo de alguna manera. Una idea que acaso suene a excéntrica por irreal, un sonido que lamentaría bien, pues con las ideas me sucede lo que a Josep Pla con las personas: al autor de El cuaderno gris le gustaban las que no tenían nada de particular, las que eran extraordinarias precisamente porque eran tan normales, tan claras y unívocas, y le cansaban los tipos extraños, extravagantes, genialoides o misteriosos.  

Escribí el texto en gallego, y en gallego fue leído por el periodista Xosé Ramón Gayoso. Quizá tendría que dejar aquí su traducción al castellano, pero no lo haré: estoy convencido de que a nadie le resultará difícil entenderlo, y si no lo comprendiésemos del todo tampoco habrá de importarnos. Al cabo, nos quedarán las imágenes que acompañan a las palabras: la plaza del Marqués de Amboage en la que jugamos los niños de Ferrol, una apoteósica (como de costumbre) Reina de Inglaterra en la Cámara de los Comunes, y la fiable melancolía de Londres. 


Lo demás solo fue una idea de ensueño, nacida hace casi treinta años, y a mis treinta y pocos años, ya digo, en el instante que descubrí los versos del poema homónimo de Gaspar Nuñez de Arce, ¿alguien lo citará  a estas alturas?, que de buena gana explican el origen fatal de mi fantasía: Y aparecen ante mí / fugítivas y ligeras / las venturosas quimeras / que desvanecerse vi: / la inocencia que perdí, / y aquel vago sentimiento / que animó mi pensamiento (…).

1 comentario:

  1. ¡Qué bien entienden los ingleses la vida parlamentaria, y qué bonita la hacen! Bonito video, bonitas palabras. No te reconocía la voz.

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