martes, 12 de abril de 2016

El conde Harry Kessler

Llevamos juntos más de un cuarto de siglo (nos conocimos en una exposición el año 1989), y hasta hoy ha permanecido mudo. El conde Harry Kessler entró de mi mano en casa, disfrazado de copia en papel del retrato que le hizo Edvard Munch en 1906, cosa que a mí no me importó (el disfraz); y su compañía sigilosa nunca me ha aburrido ni mucho menos molestado.

Acaba de aparecer publicado en castellano su Diario (1893-1937), y aunque solo se trata de una antología, me digo que al fin podré oírle narrar su sofisticada vida, la de un adinerado y culto anglo alemán nacido en París, nada nacionalista (según el poeta W.H. Auden, “probablemente el hombre más cosmopolita que jamás ha existido”), mecenas de artistas y escritores, diplomático, soldado durante la Gran Guerra y activista por la paz (prefería un jinete esculpido por Fidias a una batalla de Alejandro), político defensor de la República de Weimar y exiliado del nazismo. 

El 30 de septiembre de 1937, mortalmente enfermo, visitó en Marvejols a un joven y agradable médico para una radiografía de su corazón; nostálgico, escribe que la pequeña ciudad francesa, "anticuada y pintoresca", le recuerda "en su estilo y atmósfera a Weimar", si bien en conjunto ofrece "la atmósfera de una ciudad del sur". Moriría dos meses después en un hospital de Lyon. No había nadie con él. 

Atrapado entre su vida y alguna fantasía, no dejo de preguntarme qué podrá contarme ahora el conde Harry Kessler, después de tanto tiempo de silencio, perdido ya su color, habiendo envejecido a mi lado. 

5 comentarios:

  1. Contarte,supongo que nada(aunque nunca se sabe: haberlos haylos).Pero te ha inspirado un bello relato.Eso ya es mucho

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  2. Pues no estaría de más que pudiera relatar lo acontecido en aquellos años de la república de Weimar. Seguro que nos proporcionaría interesantes elementos para valorar "algunas cosas de ahora".

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    1. Esto es lo que escribe el 10 de enero de 1920: "(...) La guerra ha terminado. Comienza una época terrible para Europa; es como el bochorno antes de la tormenta, que muy posiblemente finalice en una explosión más terrible aún que esta guerra mundial. Todos los indicios auguran un incesante crecimiento del nacionalismo entre nosotros".

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