miércoles, 20 de abril de 2016

Viajar al sur

Aquellos días no varió su rutina. El paseo por la playa antes del atardecer,  todavía con sombrillas de colores,  un rojo carmesí entre ellos, que sin querer le recordó a la flota de La Serenísima pintada por Canaletto, y también por alguno de sus rivales; junto al mismo mar que creyó haber abandonado en casa, y no demasiada gente, sencilla y discreta, le pareció, a  ratos alegre y a veces acaso un poco infeliz, como en todos los lugares, como casi todos nosotros, se dijo. 

Después, a partir de la puesta de sol, fue a la búsqueda de un faro, y maravillado encontró dos, uno al lado del otro, tan distintos. El moderno, atoscanado y altivo, triunfal, era el que alumbraba; el antiguo, encallado y apenas intuído, quebradizo, perdió la lente hace años y su luz, fija y blanca, se apagó para siempre. 

No era verano, pero había viajado al sur. 



6 comentarios:

  1. Precioso relato!!

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  2. Lo he leido recreàndome en la prosa. He leído los anteriores. Es un oasis en un "paisaje" tan yermo de sentimientos. Que sepas que lo he leído a tus/mis compañeros que hoy hemos disfrutado de una agradable comida. Un abzo

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    1. Gracias, Lito, por tu amabilidad. Tu lectura prosélita, entre compañeros, me alegra todavía más, si cabe.

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  3. Y aunque no se nombre, está el faro de tus palabras con su luz potente que, incluso, diría yo, también va equipado con sirena para los días de niebla.
    En el litoral bloguero, aviso y guía para navegantes.

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    1. Equipado con sirena, eso es, Elena, para tantos días nublados.

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