sábado, 23 de abril de 2016

Pasiones quijotescas



The Ingenious Gentleman Don Quixote de la Mancha

Dice Andrés Trapiello, a propósito de su versión del Quijote,  felizmente exitosa, que dejó tal cual sus doce primeras palabras porque “son como el Partenón, no puedes restaurarlo”. Borges tampoco concebía otro inicio, y pensaba que toda modificación es sacrílega; sin embargo, medio en broma y quizá no sin una pizca de desdén, añadía que Cervantes habría prescindido de esa superstición.

Y, la verdad, algo de superstición tiene la reducción del Quijote, al modo borgiano, a un monumento uniforme, sin más variaciones, muy gratas en ocasiones, que las concedidas por el editor, el tipógrafo, el encuadernador y el difunto cajista. ¿Acaso vamos a    olvidar que Cervantes simuló que el Quijote lo había escrito un historiador arábigo y manchego, Cide Hamete Benengeli, y que le rogó a un morisco aljamiado que le tradujese del árabe al castellano los cartapacios y papeles viejos que contenían la historia de don Quijote? 

Bien parece, a la postre, que Borges no concibiera otro inicio del Quijote, y condenase al fuego eterno cualquier alteración, pues ahí está su confesado ejercicio congénito del español del XVII, pero la suerte con la que nació el sumo anglófilo argentino no es desde luego la nuestra, qué duda cabe. ¿No resulta por ello ocioso el indagar si tiene sentido traducir al español del siglo XXI el Quijote? ¡Vaya si lo tiene!

Habrá quien será capaz de entretenerse y no enfadarse con la lengua española en que se escribió, mas siendo ilusorio sostener, con la venia del bachiller Sansón Carrasco, que la historia de don Quijote “es tan clara, que no hay cosa que dificultar en ella”,  y siendo a la vez no menos ilusorio asegurar con el bachiller que “los niños la manosean, los mozos la leen, los hombres la entienden y los viejos la celebran”, mejor que nada haremos, so pena de desafecto e indiferencia, digo yo, ¡damas y caballeros, chicos y mayores!, si tomamos y leemos la historia del ingenioso hidalgo vertida al castellano de nuestro tiempo, y a la manera que el morisco le prometió traducirla a Cervantes: bien y fielmente, y sin quitarle ni añadirle ninguna cosa. Sea, un castellano proporcionado a las aventuras y presonajes del Quijote

Dejemos ya la retórica para Demóstenes, y no perdamos el sueño,  que a fin de cuentas lo cierto es cierto, y como barruntó Shakespeare, el fantástico  día que puso sus ojos en un ejemplar en ingles de la  primera parte de la obra de Cervantes,  recién editada en  Londres,  "esa es la cuestión, o de esto se trata: leer  el Quijote, incluso traducido,  qué remedio, o no leerlo". Vale.




Molinos de  viento

O Ribeiro figura en los mapas inventados  del Quijote desde que el caballero andante hizo su segunda salida apócrifa, acompañado de Sancho Panza, por la mentada comarca ourensana, donde tras abandonar Boborás y Pazos de Arenteiro, continuaron tierra  adentro por el Val de Avia y por los lugares, y las vides, de Leiro, Gomariz, Ventosela y Vilerma, con Beade al pie de Pena Corneira, y el casal de Armán, hasta que al cabo llegaron a la aldea de Cenlle, dominada por la iglesia de San Andrés de Camporredondo. 

Y en San Andrés aconteció una jamás imaginada aventura, de feliz recuerdo para los dos.

-Mira el faro, amigo Sancho, le apremió  don Quijote. 
-¿Qué faro?,  preguntó  su escudero.
-Aquel que allí ves, el de la linterna barroca, respondió don Quijote.
-¿Y todavía alumbra?, insistió Sancho Panza.
-Suele alumbrar casi dos leguas marinas, hacia lo alto y a lo lejos, fíjate al fondo, donde a lo largo de la colina se descubren treinta o  cuarenta desaforados gigantes.

Y diciéndole don Quijote lo último, aparecieron por el camino Bernardo de Claraval y Bernaldo de Fontaine, fareros de la orden de San Benito, cada uno con su libro de orto y ocasos, dispuestos a lanzar señales desde la torre del santo, digna del cosmógrafo Ptolomeo, a aquellas criaturas de brazos descomunales volteados por el viento de la mar invisible.  


  

4 comentarios:

  1. Se nota el amor y el conocimiento que empapan tu sentido homenaje cervantino

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  2. Es curioso Pablo. Desde mi supina ignorancia de inglés, que alejada estaría la traduccion que torpemente pudiera hacer del comienzo del Quijote del texto original de Cervantes. Las traducciones desvirtúan la hermosura del idioma. Pero es lo que hay.

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    1. Sí, pero... ¿renunciará un angloparlante a leer en inglés El Quijote por no saber español? ¿dejarás de leer en español Hamlet por no saber inglés? Preguntas retóricas porque tu, Fernando, sabes latín, digo inglés.

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